El jueves 6 de junio fue un día muy especial para nuestra asociación. Fuimos invitados a presentar nada más y nada menos que al Padre Luís Ugalde, en una conferencia en la Fundación Sabino Arana, en Bilbao.
Que gran HONOR!
Aquí el discurso de nuestra secretaria Aitzbea Ramos:
«Arratsalde on, Juan Mari Atutxa Jauna, Aita Ugalde, lagunak denak. Ongi etorri ekitalde honetara eta mila esker etortzeAgatik.»
Buenas tardes, señor Juan Mari Atutxa, Padre Ugalde, a todos nuestros amigos. Bienvenidos a este evento y mil gracias por estar aquí.
Seré breve, en primer lugar porque impone presentar al Padre Ugalde y en segundo lugar, y aún más importante, porque él es quién debe tener todo el tiempo esta tarde. Tengo el honor como vasco-venezolana de presentarlo, porque entre otras cosas el P. Ugalde es vasco, de Bergara, pero también venezolano de corazón. Jesuita, seguidor del vasco San Ignacio, miembro de la compañía de Jesús, con importante presencia y voz en la comunidad venezolana. Fue durante dos décadas Rector de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, y en la actualidad Director de Reflexión y Planificación Educativa. Pero por encima de todo, es hoy un faro en la oscura noche venezolana, guiando a una nación afligida en la búsqueda de su destino en paz.
Previamente quisiera agradecer especialmente a la Fundación Sabino Arana, a su presidente Juan Mari, quien tuvo un hermano en Venezuela. Y a Irune, la directora, siempre tan amables al cedernos estos espacios, tan necesarios, que nos permiten mostrar la realidad de nuestra maltratada Venezuela.
Para los que no me conocen, mi nombre es Aitzbea Ramos, y formo parte de la directiva y voluntariado de una pequeña asociación formalizada en septiembre del año pasado. Su nombre, Tierra de Gracia, intenta enmarcar las bendiciones de ese pedazo del planeta al que Colón, en su tercer viaje a las Américas, llamó así abrumado por su indómita belleza.
En junio de 2018 saliendo de una reunión con hermanos de Nicaragua y Bolivia, con quienes nos apoyamos en nuestra tragedia compartida, tomábamos un vinito (grata costumbre de por estos lados) Alexeidry Meneses, Pedro Gil, Julián Pérez y yo, intentando buscar fórmulas que nos permitieran dar respuesta a todos los venezolanos que llegaban día a día, teniendo como único equipaje la esperanza de un futuro digno. ¿Cómo apoyarlos y acompañarlos en ese camino?
Y así fue como nos metimos en este “fregao”, como decimos en el Caribe, acompañados por un grupo de amigos venezolanos a los cuales veníamos conociendo a raíz de las muchas manifestaciones en apoyo a la democracia de nuestro país desde 2014.
He de decir también que hemos sido afortunados ya que nos han llevado de la mano personas como Iñaki Anasagasti (egresado de la Universidad Católica Andrés Bello), Iker Anzola, Josu Rekalde, Chalie Otazua, Mikel Burzako, Josu Legarreta, nuestra compañera de batallas María Esther Solabarrieta y un larguísimo etc. de agradecimientos infinitos aun por dar. A algunos de ellos hace algunos años, les tocó nuestra misma misión pero en sentido contrario, ayudar a los muchos vascos que tuvieron que huir desde Euskadi a Venezuela. Claro que en aquellos años el mundo era otro, entonces nuestra tierra no conocía de crisis económicas y se encontraba con los brazos abiertos para todos aquellos que quisieran morarla y hacer de ella su hogar.
Y hablando de todas estas manos amigas, Señores de la Fundación, una noticia. Vamos a ser vecinos. En junio, el ayuntamiento de Bilbao nos cede una lonja a doscientos metros de aquí, en el antiguo Gaztegune, situado en la plaza Moraza. Nos gustaría inaugurarla con un arepazo y, si usted está aquí, con su bendición padre, y a la Fundación, que vengan a nuestro txakoli.
Este año 2019, se cumplen 80 años, de la llegada del exilio vasco a aquella Tierra de Gracia, escapando de la guerra y otra dictadura implacable como fue la de Franco. Allí más de mil familias vascas rehicieron sus vidas gracias a la generosidad de aquel país tan alegre, luminoso y amable. Yo misma soy hija de una pareja de esos inmigrantes, Itziar y Guillermo, se conocieron en el Centro Vasco de Caracas, que era como una Bergara pequeña en un barrio que tiene como nombre, nada más y nada menos que, El Paraíso.
Mi aita que era de muy cerquita de aquí, de la Plaza Nueva de Bilbao, vivió su vida allí pero con gran parte de su corazón aquí, participando en actividades incluso encubiertas, en pro de la libertad de Euskadi, su patria. Fue parte activa de la emisora clandestina Radio Euskadi que durante trece años transmitió un programa en onda corta, que llegaba hasta aquí saltando por el Atlántico, manteniendo la esperanza y diciendo todos los días en inglés “This is Radio Euskadi, the voice of the Basque Underground”. Esa voz era la de mi aita, voz de un sietecallero, y no habría que decir, pues todo era clandestino, que aquella emisora se encontraba en un rinconcito escondido en los Valles de Tuy, en Venezuela. Así que debe ser cierto aquel dicho que reza que hijo de culebra nace picando, como diría el tío de mi gran amiga y colaboradora Ainoa Etxearte.
Pero volviendo un poco acerca del proceso de nuestra asociación cabe destacar que es un trabajo muy complejo, que conlleva muchas veces sortear con la burocracia de los sistemas, porque esta emigración venezolana asentada aquí y en todo el estado, no viene en pateras y por tanto no se les ve. Quizás no se es consciente de que el venezolano, que nunca había emigrado, se ha ido de su Tierra de Gracia. Hablamos de alrededor de cuatro millones de emigrantes, la mayoría suspirando por volver, incluso aquellos que tenemos la suerte de vivir en una sociedad solidaria y comprometida con la justicia y la diversidad de sus habitantes, como lo es Euskadi.
Nos enfrentamos a cifras alarmantes y con una creciente población venezolana en Euskadi, que pasó de 1700 personas en 2014 a casi 7000 en enero de 2018. Aún no contamos con la cifras actualizadas, que además sólo contemplan a todos aquellos que se encuentran en situación regularizada y empadronados, siendo este último trámite un verdadero problema para muchos de los recién llegados. Si no estás empadronado no existes para la administración, con lo cual no tienes acceso a la salud pública, la educación o a ningún tipo de ayudas y mucho menos a trabajo. Así que tenemos ante nosotros una inmensa labor a realizar.
Es vital captar esta realidad, y trabajar en sinergias para conseguir establecer sistemas más humanos, sistemas que empaticen con la situación de cada una de estas personas que se han visto en la obligación de apartarse no sólo de su tierra, sino de todo aquello que enmarca los quereres, la familia, los amigos, su hogar.
Es por ello que cuando uno tiene la oportunidad de conocer de cerca a seres humanos como el P. Ugalde tan comprometidos con el dolor ajeno, trabajando día a día por los demás, llevando mensajes de esperanza y denunciando a la maldad, es que te paras en seco, miras al cielo y das las gracias.
Hace unos meses, después de leer uno de los tantos y certeros comunicados del Padre Ugalde donde hablaba del futuro y de cómo tendría que ser la transición en Venezuela, me abordó la ilusión de algún día poder estrechar su mano para agradecerle por todo cuanto a hecho y hace por los nuestros. Y miren como son las cosas, esta tarde estoy aquí teniendo el inmenso, aunque no se si merecido honor, de cederle la palabra. Así que sin más, les dejo agradecida en manos de un ser humano ejemplo para todos… el Padre Luis Ugalde, vasco de Bergara y venezolano de corazón.
«Benetan, eskerrik asko zure lanagatik!. Orain, Aita Ugalde, hitza zurea da.»
Muchísimas gracias por tu trabajo! Y ahora, Padre Ugalde, la palabra es tuya.